Atilio A. Boron
Conversando con algunos
amigos ecuatorianos en el 20º Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y
Obreros logré interiorizarme de algunos detalles de la gestión de Lenin Moreno
que si bien no los ignoraba sólo los conocía superficialmente. A medida que el
bagaje de información se acrecentaba y su nivel de precisión se agudizaba no
podía dejar de asombrarme por el espesor del blindaje mediático que ocultaba
los sistemáticos atropellos a la democracia y el estado de derecho perpetrados
por el traidor ecuatoriano. De un plumazo descabezó la Corte Constitucional y
suspendió su funcionamiento por tiempo indefinido. No sólo quedó acéfalo,
tampoco funciona. No escuché a ninguno de los “periodistas independientes” que
sacan pecho en la Argentina denunciar una decisión de tamaño calibre.
Imagínense cómo habrían reaccionado si algo semejante hubiera ocurrido en la
Bolivia de Evo, en la Argentina de Cristina Fernández o en el Brasil de Lula y
Dilma, para ni hablar de la Venezuela bolivariana. De igual modo Moreno
intervino en Consejo Nacional Electoral cuyo directorio –pluripartidario en la
época de Correa- ahora está constituido exclusivamente por partidos adictos al
régimen. Su misión: escrutar las listas de candidatos a todos los cargos de la
próxima elección de alcaldes y concejales y proscribir, de modo irrefutable,
cualquiera que incluya a “correístas” o candidatos desafectos al gobierno. La
“limpieza” política, la proscripción, se realiza con una prolijidad y
meticulosidad digna de mejores causas.
No
sólo eso. Sin ningún escrúpulo y sin ninguna prueba apartó de su cargo al
Vicepresidente Jorge Glas y, con el concurso de una justicia venal y corrupta
como la peor, lo envió a la cárcel y, al igual que proclama Bolsonaro, pretende
dejarlo pudrir en sus mazmorras. Justicia que, por otra parte, cierra sus ojos
ante los empresarios vinculados a la corrupción establecida por Odebrecht. Y ahora Moreno va por
Correa, contra el cual elevó un pedido de captura a la Interpol que fue
desestimado por esta institución por carecer por completo de fundamento. Esto
no es todo: intervino también el Consejo de Participación y Control Ciudadano,
transitoriamente se dijo, pero ese tránsito sigue su curso desde hace dos años
sin perspectiva de normalización. En la
misma línea designó funcionarios del mayor nivel –nada menos que el Contralor
General del Estado y el Superintendente de Bancos- soslayando la previsión
constitucional que exige la aprobación de la Asamblea Nacional. También intervino
la Universidad de Guayaquil y nombró a su capricho al Rector, decanos y
administradores sin atenerse a reglamento alguno. En línea con las órdenes que
recibe con todo tipo de genuflexiones desde Washington cierra el cerco sobre
Julian Assange, y le impone condiciones propias de una celda de máxima
seguridad a quien es un verdadero campeón de la libertad de prensa en el mundo
moderno. Obsecuente hasta lo indecible abandona la UNASUR, vitupera la memoria
de sus fundadores e incorpora Ecuador al “Cartel de Lima” hegemonizado por los “narcogobiernos”
del México de Peña Nieto y de Colombia mientras se apresta a restaurar la
presencia de tropas norteamericanas no sólo en la Base de Manta sino en otras
partes del territorio nacional.
En suma, un
personaje sólo homologable a los más infames que pueblan las tragedias de
Shakespeare: traidor, artero, inescrupuloso. El pueblo ecuatoriano, bombardeado
y atontado durante tanto tiempo por el coro monofónico de una prensa
absolutamente maniatada está comenzando a salir de su letargo. En sus recientes
visitas a algunas ciudades (Manabí, ……) no hubo nadie que saliera a su
encuentro para saludarlo. Más bien, la policía tuvo que trabajar duro para
evitar insultos y agresiones. ¡Qué diferencia con las giras de Correa, que
tenía invariablemente una multitud esperándolo, ansiosa de conversar con su
presidente, sea para reclamarle obras o políticas tanto como para agradecer su
presencia. Pero, para el consenso fabricado por el imperialismo y su
impresionante aparato de medios y los “periodistas independientes” nada de esto
aparece ante los ojos de la opinión pública. Tamaña complicidad con un déspota
infame como Moreno nos lleva a preguntarnos: ¿será que hay dictadores buenos y
malos? O como decía Franklin D. Roosevelt cuando sus congresistas le
reprochaban su apoyo a la tenebrosa dictadura de Anastasio Somoza. “Es un hdp”,
le decían. “Es cierto”, respondía Roosevelt, “¡pero es nuestro hdp!”
Reemplácese el nombre del nicaragüense por el de Moreno y descubriremos la
razón por la cual un personaje de su calaña cuenta con todo el apoyo de la
prensa y la clase dominante no sólo en Ecuador sino en todo el mundo
capitalista. Por suerte la historia nos muestra que gobernantes como él no
tienen mucha nafta en su tanque y lo más probable es que antes que pase mucho
tiempo el pueblo ecuatoriano diga basta y lo arroje a puntapiés del Palacio de
Carondolet.
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