martes, 25 de diciembre de 2018

El buen dictador



Atilio A. Boron

Conversando con algunos amigos ecuatorianos en el 20º Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros logré interiorizarme de algunos detalles de la gestión de Lenin Moreno que si bien no los ignoraba sólo los conocía superficialmente. A medida que el bagaje de información se acrecentaba y su nivel de precisión se agudizaba no podía dejar de asombrarme por el espesor del blindaje mediático que ocultaba los sistemáticos atropellos a la democracia y el estado de derecho perpetrados por el traidor ecuatoriano. De un plumazo descabezó la Corte Constitucional y suspendió su funcionamiento por tiempo indefinido. No sólo quedó acéfalo, tampoco funciona. No escuché a ninguno de los “periodistas independientes” que sacan pecho en la Argentina denunciar una decisión de tamaño calibre. Imagínense cómo habrían reaccionado si algo semejante hubiera ocurrido en la Bolivia de Evo, en la Argentina de Cristina Fernández o en el Brasil de Lula y Dilma, para ni hablar de la Venezuela bolivariana. De igual modo Moreno intervino en Consejo Nacional Electoral cuyo directorio –pluripartidario en la época de Correa- ahora está constituido exclusivamente por partidos adictos al régimen. Su misión: escrutar las listas de candidatos a todos los cargos de la próxima elección de alcaldes y concejales y proscribir, de modo irrefutable, cualquiera que incluya a “correístas” o candidatos desafectos al gobierno. La “limpieza” política, la proscripción, se realiza con una prolijidad y meticulosidad digna de mejores causas.
      No sólo eso. Sin ningún escrúpulo y sin ninguna prueba apartó de su cargo al Vicepresidente Jorge Glas y, con el concurso de una justicia venal y corrupta como la peor, lo envió a la cárcel y, al igual que proclama Bolsonaro, pretende dejarlo pudrir en sus mazmorras. Justicia que, por otra parte, cierra sus ojos ante los empresarios vinculados a la corrupción establecida por Odebrecht. Y ahora Moreno va por Correa, contra el cual elevó un pedido de captura a la Interpol que fue desestimado por esta institución por carecer por completo de fundamento. Esto no es todo: intervino también el Consejo de Participación y Control Ciudadano, transitoriamente se dijo, pero ese tránsito sigue su curso desde hace dos años sin perspectiva de normalización.  En la misma línea designó funcionarios del mayor nivel –nada menos que el Contralor General del Estado y el Superintendente de Bancos- soslayando la previsión constitucional que exige la aprobación de la Asamblea Nacional. También intervino la Universidad de Guayaquil y nombró a su capricho al Rector, decanos y administradores sin atenerse a reglamento alguno. En línea con las órdenes que recibe con todo tipo de genuflexiones desde Washington cierra el cerco sobre Julian Assange, y le impone condiciones propias de una celda de máxima seguridad a quien es un verdadero campeón de la libertad de prensa en el mundo moderno. Obsecuente hasta lo indecible abandona la UNASUR, vitupera la memoria de sus fundadores e incorpora Ecuador al “Cartel de Lima” hegemonizado por los “narcogobiernos” del México de Peña Nieto y de Colombia mientras se apresta a restaurar la presencia de tropas norteamericanas no sólo en la Base de Manta sino en otras partes del territorio nacional.
En suma, un personaje sólo homologable a los más infames que pueblan las tragedias de Shakespeare: traidor, artero, inescrupuloso. El pueblo ecuatoriano, bombardeado y atontado durante tanto tiempo por el coro monofónico de una prensa absolutamente maniatada está comenzando a salir de su letargo. En sus recientes visitas a algunas ciudades (Manabí, ……) no hubo nadie que saliera a su encuentro para saludarlo. Más bien, la policía tuvo que trabajar duro para evitar insultos y agresiones. ¡Qué diferencia con las giras de Correa, que tenía invariablemente una multitud esperándolo, ansiosa de conversar con su presidente, sea para reclamarle obras o políticas tanto como para agradecer su presencia. Pero, para el consenso fabricado por el imperialismo y su impresionante aparato de medios y los “periodistas independientes” nada de esto aparece ante los ojos de la opinión pública. Tamaña complicidad con un déspota infame como Moreno nos lleva a preguntarnos: ¿será que hay dictadores buenos y malos? O como decía Franklin D. Roosevelt cuando sus congresistas le reprochaban su apoyo a la tenebrosa dictadura de Anastasio Somoza. “Es un hdp”, le decían. “Es cierto”, respondía Roosevelt, “¡pero es nuestro hdp!” Reemplácese el nombre del nicaragüense por el de Moreno y descubriremos la razón por la cual un personaje de su calaña cuenta con todo el apoyo de la prensa y la clase dominante no sólo en Ecuador sino en todo el mundo capitalista. Por suerte la historia nos muestra que gobernantes como él no tienen mucha nafta en su tanque y lo más probable es que antes que pase mucho tiempo el pueblo ecuatoriano diga basta y lo arroje a puntapiés del Palacio de Carondolet.

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